lunes, 22 de septiembre de 2014

READING ALONG



Los sueños de la Razón producen monstruos, decía Goya, pero a veces los efluvios del soñar despierto dan a luz conceptos nuevos, que no son sino híbridos de lo que ya existía, pues nada nuevo hay bajo el sol.
Donosti, ciudad biciosa donde las haya, depara gratas sorpresas al caminante curioso y observador. La caja, el cajón, podría ser más elaborada/o y barroca/o, pero no me digáis que el reclamo hacia la librería de la que es viviente escaparate no es original y fresco. Sólo bien para cuando el tiempo acompañe, sin embargo.

jueves, 28 de agosto de 2014

VINTAGE

Tuve una bici vintage. bueno en realidad sólo era antigua, vieja. Sucedió durante mis veraneos de adolescente en la tierra que vio nacer a mis padres: el Valle de Alcudia. Fuimos a la casa semiderruida en la que había crecido mi tío Reyes, y allí estaba apoyada en un muro de adobe, tal cual la habían dejado seguramente en los años sesenta, cuando explotó la diáspora urbana y echaron las enormes llaves a la mayoría de las casas de Alamillo. Alguien la dejó allí. huérfana y olvidada durante décadas. Las telarañas le habían surgido de cada ángulo, de cada tubo. Y el punto de las cubiertas que estaba en contacto con el suelo se había desintegrado hasta depositar la llanta desnuda sobre la baldosa antigua de la casa. Ante mi asombro y devoción mostrada por el descubrimiento, mi tío me la regaló, y fue que con ella rodé por aquellas calles adoquinadas y por aquellas carreteras pespunteadas de encinas y  eucaliptos todos los agostos de mi adolescencia. La llamaba "El Tractor". No me acuerdo exactamente por qué, aunque seguramente sería por la fuerza que demostraba al llevarnos encima hasta a cinco o seis gañanes adolescentes cuesta abajo por "La Cabrera".
No recuerdo la marca. Por aquel entonces no me interesaba en absoluto. Aunque creo que todavía puedo rastrearla y colgar aquí alguna foto si es que finalmente la encuentro..
Siempre me han gustado las líneas de las bicis viejas. sus cuadros rotundos y sus frenos de varilla. La robustez y sencillez de sus figuras tajantes. Tan distintas de las estilizadas nuevas figuras que llenan hoy los escaparates de las tiendas.



Orbea en el escaparate de Maestre en Bilbao

El otro día sucedió que al llegar a casa vi aparcada justamente delante de mi portal una fabulosa bicicleta roja como salida de un álbum de cromos. Como sabía que mi padre me esperaba arriba, pues había venido desde Castañares, pensé que se había agenciado aquella maravilla y se había hecho los seis o siete kilómetros que nos separan pedaleando en esa capricho que se habría agenciado vete tú a saber cómo ni dónde.

precioso hallazgo


Pero no. Una vez que estuve arriba con él me dijo que había venido en su coche y que no sabía de qué bici le estaba hablando. Como no podía ser de otra manera le saqué una foto antes de subir a casa, y desde aquel día no he vuelto a verla por el pueblo. No me cabe la menor duda de que volveremos a cruzarnos. San Torcuato es muy pequeño.

domingo, 24 de agosto de 2014

VILLAR DE TORRE



Andar por los caminos o "parcelarias" como por aquí los llaman, y trasladarte de un pueblo a otro por la linde de la sierra, sin entrar en los "montes", cruzándote con las máquinas en plena faena, cosechando el trigo o la alubia o la remolacha o la patata, bajo un sol que derrite los requesones bajo la celada, que a tener yo un escudero le dijera -"¿Qué será esto Sancho, que parece que se me ablandan los cascos, o se me derriten los sesos, o que sudo de los pies a la cabeza?"
Pues yendo por ellas, por las parcelarias, acabé entrando en Villar de Torre, nombre bonito donde los haya. Venía de Villarejo, y antes de Manzanares de la Sierra, y antes de Cirueña y sin tocar asfalto en todo el tiempo.
Y sucede que en estos pueblos, a veces te encuentras una población mayor, poca y aburrida, sentada a la sombra del muro de la iglesia, que te llaman con la mirada preguntándose de dónde vendrá éste vestido como un bufón mojigato y saliendo como del hayedo qué pena que no haya ya lobos que le dieran un buen susto. 
Este que retraté en la imagen, y que posó de buen grado junto a Scotty, no es otro que Alfredo, el antiguo panadero de Villar de Torre. Allí hechamos sus buenos treinta minutos durante los que me contó su oficio de antaño, y cómo se especializó en unos dulces de coco que eran el vicio de todo el valle. Los pueblos están muertos, me dijo, y sobre todo éstos que están tan a desmano, tan entrados en los "montes". Al principio viene alguno y compra una casa, o se la hace, buscando la tranquilidad que dice no tener en Bilbao en Donosti o en Madrid, pero al final, me decía, acaban aburriéndose todos, y acaban malvendiendo o encabronándose por haber tenido tamaña idea de venirse tan lejos de los wifis esos y del jolgorio del turisteo de Haro Sto Domingo o del mismo Cirueña.
Alfredo. Con ganas de hablar. Con ganas de ser escuchado, me habló de sus hermanos en California, uno predicador ¿?, sí, sí... y de otra hermana en Zaragoza, buena comprando y vendiendo parcelas que se ha hecho un patrimonio.
Alfredo se casó con una de las gemelas de los Masip de Ezcaray. Que a su vez dieron más gemelas, siendo las que se ven estos días tras la barra sirviendo esos pimientos rellenos que son una gloria.
Buen Alfredo. Un placer haber charlado contigo. Bello pueblo y buena plática.





martes, 22 de julio de 2014

DE PINTXOS POR LA RIOJA


El otro día me harté de arreglar pinchazos. Con la excusa de que tenía que aliviar a Iciar de la tarea de poner un parche en su rueda delantera, aproveché y saqué todas las cámaras que suelo llevar en la mochila cada vez que salgo con Scotty. Lo cierto es que hace tiempo que no pincho, así que ni sabía cuántas cámaras llevaba almacenadas a la espalda. Pues eran cinco. ¡CINCO! Y algunas de ellas, por si fuera poco, tenían hasta dos respiraderos por los que echaban todo el aire que yo les metía con la bomba. No hizo falta ni hacerles la prueba del agua, tales eran los desgarros y tomates que lucían las gomas.
Aquí hay pues, dos temas a analizar en la mesa de autopsia. Uno: por qué no reviso mejor lo que llevo de equipaje? Con el paso  del tiempo cronológico, y con el desgaste del tiempo atmosférico que somete a las cámaras  –supongo yo-  a unos cambios drásticos de temperatura y humedad, es posible que la goma se cuartee, se aje o se desintegre sin más. Va uno tan tranquilo a 80 kilómetro de casa creyéndose seguro con su kit de supervivencia antipinchazo, y va y Zas! Cambia una, y cambia otra, y otra… y las cinco. Cambia las cinco. Y todas con tomates como  los talones de mis calcetines.  Así que bienvenida fue la avería de Iciar para que revisara todo y reseteara la mochila. Porque esa es otra, (y ahí va el punto dos), por muy de goma que sean, eran muchas las cámaras (sin contar la sexta que va incrustada en el baulillo que cuelga de la trasera del sillín) con el peso que eso sumará ya  al gramaje total de la bomba, de la llave multiusos, de la chaqueta cortavientos por si cambiara el tiempo en la mitad de la travesía, de la cajita con cereales del año pasado, con frutas escarchadas y con migas de galletas de chocolate que siempre llevo por si me diera un pajarón, … O sea, demasiados  gramos que sumar a los ya perennes ochenta y cinco mil que van conmigo doquiera que yo vaya. Y es que luego vas a alguna marcha, de esas de pay per run, y cuando te paras en el primer avituallamiento, reventao a más no poder, te cruzas con los mazas que ya vuelven después de hacer la larga de 68 kms, y te dicen los del chiringuito que esos ni paran a hacerse el homenaje de la chocolatina y la porción de naranja con tal de no perder minutos, y que –y ahí es cuando me da la risa floja-  algunos les quitan los taponcitos a las válvulas de las cámaras para restarle peso al conjunto. ¡Ay, que me da algo! Si en la última Marcha de Sto Domingo de la Calzada que hice, a eso de finales de mayo, un paisano chocarrero me dijo eso de,  a ti te van a dar algún premio, mi primo, por llevar esa maleta a la espalda que pareces un sherpa, mi arma. 


Y es que cuando empezó a arreciar la calor, pues claro, me quité el chubasquero, y luego el cortavientos, y luego el mallot, y claro, todo fue a la baca, que parecía que no fuera sino a amarrarlo todo con unos pulpos como hacía mi padre cuando nos llevaba de veraneo al pueblo en su ochocientos cincuenta, y luego en su ciento veintisiete, y luego  en su erre doce, y luego en su Patrol, que parecía  un oficial de la ertzaina en misión secreta.
Pues eso, que a ver si me aprendo la lección. Que con una camarita, que esté en buenas condiciones, más que suficiente. Y a revisar siempre antes de salir, como dice la DGT siempre por estas fechas.